26 de setembre 2016

Cómo amortizar una panificadora

De cómo convencí a mi mujer para comprar una panificadora

Comenzaré admitiendo que en casa no somos especialmente panarras. No acompañamos las comidas con hogazas de pan ni utilizamos los cantos de los panes como cuchara, pero sí que hay un momento del día donde no puede faltar: el desayuno. Sí, esa que llaman la comida más importante del día. Nosotros nos hacíamos tostadas de pan de molde, pero no de pan comercial de ese cuya lista de ingredientes puede llegar a contener 30 referencias, sino un pan pijo y artesanal de una panadería de Gràcia, un barrio que no está especialmente cerca de nuestra casa, con lo que obligábamos a mi suegro a venir cargado con panes dos veces en semana. Vamos, un despropósito.

Casualidades del destino, unos amigos nuestros tienen una panificadora, ese objeto misterioso del que había oído hablar en muchas ocasiones, pero al no ser muy panarras no lo habíamos contemplado. En alguna que otra ocasión la conversación sobre panes y panificadoras salió, y no hacían más que contar las bondades de la panificadora, de cómo con echarle los ingredientes y darle a un botón te salía un pan magnífico. Esto desencadenó una serie de conversaciones en la intimidad sobre la idoneidad de tener o no una panificadora, de cómo con lo que nos ahorraríamos haciendo el pan del casa la panificadora se pagaría sola en pocos meses (vamos, como el que compra un piso y lo pone en alquiler para que se vaya pagando la hipoteca) y al final conseguí convencer a la autora de este blog de que comprásemos una de esas harinas para dummies maravillosas del Lidl y la lleváramos un día a casa de estos amigos para hacer un pan y ver qué tal resultaba la experiencia. Pasaron los días y organizamos una tarde de juegos de mesa en su casa, justo las 3 horas y pico necesarias para hacer un pan, así que me acerqué al Lidl de la esquina y compré el preparado para hacer un pan con pipas. Seguimos las instrucciones (añadir el preparado y agua y encender) y tachán, tres horas más tarde, ¡un pan! Lo probamos, el resultado era aceptable, así que tras un par de conversaciones más al respecto, un poco de presión por parte de estos amigos que nos indicaron que en Privalia tenían una panificadora a buen precio, la promesa a mi mujer de que conseguiría replicar el pan de molde perfecto de la panadería de Gràcia... y 80 euros menos en la cuenta bancaria, ya éramos dueños de nuestra propia panificadora Moulinex Uno.

[Recomendación del Panificador: esto lo descubrí cuando ya llevaba un tiempo haciendo panes, pero disfruté mucho la serie documental de Netflix “Cooked”, y más concretamente el segundo capítulo “Air” en el que tratan los fermentos. El primer capítulo es una oda a la barbacoa y se puede omitir, pero el resto son muy buenos.]